RECUERDO
DE JAIME MIGUEIZ
¿Fue
todo un sueño, Jaime? Quedé helado, aplastado, inmóvil,
convencido de que tu desaparición demostraba, de nuevo, que no hay
sentido alguno. Recordé la voz de la última vez que hablamos por
teléfono, quince días antes, con la que tuve la impresión de una
extrema fragilidad que quería dar imagen de fortaleza a pesar del
temible enemigo, la Enfermedad.
He
sido incapaz en estos días de acercarme al teclado para escribir
sobre ti, querido compañero. Pero lo hago pensando en mi antigua
posición en el cine, como acomodador, como portero, siempre en
contacto con los espectadores, dialogando con ellos, en diferencia a
la soledad del proyeccionista. Cuando comencé a trabajar como
acomodador de los Cines Renoir Audiorama, en 2001, pronto quedé
hipnotizado por la cabina del proyeccionista, que siempre fue tu
cabina, tu oficio, desde el primer día, con la Familia de
León de Aranoa, hasta el nefasto día de 2012 en que nuestro
cine en Zaragoza desaparecía con la versión original de Las
malas hierbas de Resnais.
Viajaste desde Barcelona para estar presente en la última
proyección, en el último sueño de aquella cabina cinematográfica
de bobinas, platos, rodillos, ventanillas que arrojaban luz a la
pantalla.
Pronto
me quedó claro que el cine, también su espacio físico de paredes,
butacas, bar, taquillas, proyectores... era para ti más que un
trabajo. Era tu casa, tu hogar, tu refugio, tu templo. El cine era
el lugar en el que estabas en tu horario y fuera de él, el lugar en
que estaban los compañeros y donde había sueños, películas de las
que alimentarse, con las que ilusionarse. Pero también había que
tener películas alrededor en casa, en el coche, en cada rincón, en
todas partes, siempre cerca. Había que estar siempre en el templo,
hacer el propio templo.
Fue
todo un sueño, Jaime. Pronto pasaban las películas, fuera una
matinal de En construcción
de Guerín, los colores vitalistas de Amelie o
las risas del público con El hijo de la novia. Te
fuiste a tu Barcelona, para seguir siendo proyeccionista de sueños,
en el nuevo y espectacular Cine Renoir Floridablanca.
Sin
darnos cuenta, nuestro cine barquito se iba haciendo viejito y
desfasado ante nuevas arquitecturas y pronto quedó herido por
problemas de comunicación y nuevos acorazados que nos lanzaban
cohetes desde fuera e incluso desde dentro. Fue desmoronándose como
un castillo de arena en la playa. Le arrancaron pantallas y las
nuevas butacas de colores fueron desmanteladas por la empresa. Pero
tú, nuestro detective, nos dijiste pronto donde estaban, siempre
pendiente de cines olvidados o destruidos, siempre esperanzado en la
resurrección de los cines.
Te
vi en Barcelona, siempre anfitrión generoso, siempre pensando en
mostrar la nueva Filmoteca de Cataluña o en que viera los recovecos
del Floridablanca. Pero yo ya era otro, ausente, sin mi cine.
Aprendí de ti que debía tener el cine cerca si acechaba la soledad.
Pero también el luminoso Floridablanca era un sueño. Te lo
arrebataron. La Enfermedad te encarceló y te dejó sin tu cine,
pero no podían quitártelo y por eso te pregunté por teléfono si
tenías cine cerca en aquella prisión. Me tranquilizaste: tenías
tu pequeño aparato de DVD y tus compañeros te llevaban películas.
En la última conversación, te pregunté si necesitabas que te
enviara un cartucho de películas en DVD. No hacía falta. Tenías
munición de sobra para seguir disparando al inmenso enemigo desde tu
fuerte, desde tu cine pequeñito. Hasta el final, en el dolor de
una recuperación espejismo, en el desánimo, en una jornada
seguramente aterradora, estaba cerca una película para ir viendo
cada día, para fundirse en ella, como cinéfilo, como hijo del cine,
para ser cine, ilusión, sueño.
Recordándote,
Jaime, escribiendo sobre ti, cuando lea estas líneas, te mantendré
ahí bien vivo, en forma de sueño, en forma de cine. Todo era un
sueño.
Sergio Casado, Enero 2018.
Hola Sergio . Me llamo Alberto y en los últimos años Jaume fué el mejor amigo que he tenido en la vida. Y lo digo con pleno convencimiento. Era un amigo de verdad , la palabra amigo , con el , tenia un significado muy especial , por que te lo hacía sentir de verdad . En los buenos momentos ahí estaba y en los malos también. Era generoso y si necesitabas su ayuda , te la daba .Ha sido mi gran apoyo en estos últimos tiempos y yo el suyo . Hablábamos todos los días , me contaba su difícil situación, pero era fuerte y supo ser valiente para ir ganándole la batalla a esa terrible enfermedad . Conocí a Jaume por ser compañeros de profesión y fuimos cada vez más y más conociéndonos e intimamdo más , hasta que cuando hiba a verlo a Barna , me abría las puertas de su casa para alojarme .Cómo tu bien dices su profesión y su cine eran su vida . Amaba el cine y la ópera . Era un experto en proyectar películas y cuando hablabas con el se te pasaba el tiempo volando de lo agusto que estabas conversando .
ResponderEliminarCreí francamente que hiba a salir de todo esto , que hiba a volver a casa y a Renoir e iba a poder de nuevo disfrutar de su compañía , ya que hiba respondiendo al tratamiento, pero desgraciadamente una infección incontrolable al fin , le ganó la batalla.
La última vez que estuve viéndole fué en diciembre y al despedirme , no pude imaginarme que sería la última vez que lo viera ...
Cuando me avisó uno de sus familiares de que había fallecido , me costó creer y hacerme a la idea , de que se había ido para siempre ....me dolió no haber podido estar ahí con el en sus últimos momentos. Jaume , querido y amado amigo , espero que estés con las estrellas , por que tu fuiste la mejor de ellas y la más bella !. Hasta siempre .
Gracias por compartirlo, Alberto.
EliminarEn este modesto recuerdo, queda Jaime y así le recordamos.
Un saludo. Sergio.