*El
ciclo de arranque: “Otro modo de ver el cine”.
Proyecciones
de Mayo/Junio 2016:
Colegio
La Salle-Gran Vía (c/ Santa Teresa de Jesús, 23, Zaragoza)
RECUERDO
DE SANCHO GRACIA: 20 de Mayo de 2016, 17.30horas. Entrada
libre. Invitaciones
disponibles en portería del Colegio La Salle-Gran Vía.
*Mala
Racha (José Luis Cuerda, 1985) Int. Sancho Gracia, Fernando
Valverde, Terele Pávez, Eufemia Román, Miguel Rellán, Manolo
Zarzo.
Sinopsis:
Arenal
(Sancho Gracia) es un veterano boxeador al que se le cierran las
puertas, al que dan la espalda. Intentará encontrar un combate para
ganar, buscando una nueva oportunidad.
Proyección
de la película: 17.30horas. A continuación, coloquio con el
director de la película, José Luis Cuerda. También contaremos con
la presencia del director y guionista Manolo Matji.
“El cine es mirar, saber
mirar, saber expresar con los ojos lo que quiere el director, lo que
quiere el momento; el cine es la cámara, es la luz”.
Sancho
Gracia
Llamo
hoy a José Luis y rápidamente nos ponemos a charlar. Me cuenta la
alquimia que crea la trama de Mala Racha. La
película parece situarse en un ámbito intemporal; quedo pensando
que es quizá aragonesa, goyesca (del mejor Goya, el de las Pinturas
Negras); es su obra más
proscrita y al mismo tiempo posiblemente la mejor, apenas proyectada
en cines, alojada por tanto en un sótano un tanto escondido, el
lugar que alberga algunas de las obras más importantes del cine
español.
El joven cineasta, José
Luis Cuerda, para describir el gran combate -el que a todos nos
afecta, el de la dignidad-, se rodea de varios de los mejores
materiales de nuestro cine, nuestros intérpretes: ahí están Terele
Pávez, un inmenso Tito Valverde y el protagonismo de nuestro
actor-bandolero, el que marcó a muchos de mi generación de modo
decisivo: Sancho Gracia.
La
película vuelve a los cines, en un nuevo estreno, más de treinta
años después, en Zaragoza, para crear una prestidigitación: el
Recuerdo de Sancho Gracia. En 2016, José Luis Cuerda afirma haber
perdido peso, pero su altura como cineasta siempre siguió intacta,
capaz de contar nuestras tragedias, uniendo Mala Racha con
La lengua de las mariposas y
Los girasoles ciegos.
Sugiere dos películas, dos
títulos imprescindibles, para un ciclo que se desarrollará en el
tiempo, otra trilogía, que une su Mala Racha con Le
Caporal Épinglé de Renoir y Un condenado a muerte se ha
escapado, de Bresson.
Ojalá los socios de El
Club del Cine, los que provienen de los cine-clubes franceses,
pero hechos a nuestra manera, con otro modo de ver el cine, lo hagan
posible. Hasta entonces, nos quedamos maltrechos como boxeadores,
intentando recuperar, retomar fuelle, coger aire tras la proyección
de Mala Racha.
Sergio
Casado
Creo que Sancho Gracia es
duro y frágil como el cristal, lo que no se ve a simple vista porque
además es inteligente, y la inteligencia, por suerte, lo empaña
todo antes de iluminarlo; y más que todo, los cristales; tan duros,
tan frágiles y tan simplones. Esta suma es la que tuve en cuenta
para ofrecerle el protagonista de Mala Racha: un boxeador
acabado, perplejo ante sus posibilidades profesionales, que
sólo le permitirán el dudosísimo éxito del triunfo si mata, y
perplejo ante su vida sentimental, en la que se ha instalado una cría
que lo zarandea entre sus dientes como un mastín a un chiguagua;
mastín, ella; chiguagua, él. Por las tuberías subterráneas que
unen estas cloacas del alma transita Sancho en Mala Racha
magistralmente. Algunos dicen que es mi mejor película y añaden
que también es la mejor de Sancho. Yo sé que él es ahora, frágil,
duro e inteligente, es uno de los mejores actores que tenemos, y que
le quiero como a un amigo sensibilísimo y solícito. Él sabe el
gusto que me da oír por teléfono su voz telúrica cuando dice:
“Jose”, acentuando la “o”, “¿cómo estás?”.
José
Luis Cuerda
(extraído del libro “Sancho
Gracia. La fuerza del bandolero melancólico.”, Juan Cruz, Ocho y
Medio, Festival de Cine de Huelva, 2005).
“(...) Con Mala Racha,
José Luis despuntó su talento como director, que como
guionista, a mi entender, ya lo tenía. El protagonista de la
película era un boxeador caduco, de estos que tienen ya una edad y
le vienen a buscar para una serie de peleas en las que un poco
existen en algunos ambientes, Asia sobre todo, con animales, gallos,
perros y también hombres. Las peleas eran a matar, a morir. (...)”
Sancho
Gracia
(extraído
del libro “Sancho Gracia. La fuerza del bandolero melancólico.”,
Juan Cruz, Ocho y Medio, Festival de Cine de Huelva, 2005).
NUEVO
DÍA
Después
de tantos días sin camino y sin casa
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.
Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva levadura
esta mañana...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.
Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires el mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
—dos horas antes de la media noche—
del tercer oleaje, que es el mío.
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.
Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva levadura
esta mañana...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.
Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires el mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
—dos horas antes de la media noche—
del tercer oleaje, que es el mío.
Claudio
Rodriguez
(incluido
en “Versos Bandoleros”, de Manolo Matji)
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